Hace tiempo que quería ir, pero
por circunstancias nunca se daba el momento, ayer sí. Había oído hablar de
gentes que hacían el camino descalzo o de rodillas por algo que habían prometido
y eso aumentaba mi curiosidad; aunque siempre eran personas mayores. Cuando
llegué a la plaza, a pesar del madrugón vi a mucha gente joven de 15, 16, 20,
25 años y eso llamó mi atención, ¡eso sí, todos muy bien preparados! Aunque algunos
no eligieron bien el calzado para el agua que nos íbamos a encontrar.
Allí estaba también D. Manuel
para darnos su bendición, ¡que falta nos iba a hacer!, también Juan Moreno con
su sonrisa de lado a lado y su carro, ¡esto prometía!
A las seis en punto salimos 174
personas de Salvaleón y otros pueblos vecinos, íbamos con linternas y frio en
las manos, en Sierra Brava los primeros problemas, nos atascábamos y el carro
salió a empujones y algún milagro. Hasta Valuengo 29 Km, un buen descanso, una
cervecita y al no poder atravesar la
rivera por el agua que llevaba tuvimos que hacer unos km de carretera y ahí empezó
nuestro calvario, los pies nos dolían y los músculos se quejaban, la carretera
hacia estragos, ya había gente dolorida y otros iban cojeando, íbamos más
juntitos y más callados, empezamos a subir en fila india y ya dudábamos de
nuestras fuerzas hasta llegar a la “Huerta”, un bocadillo y un buen descanso a
partir de ahí ya se veía la Ermita pero el cansancio y el dolor en el cuerpo ya
aparecía en los rostros.
Yo me preguntaba ¿Qué mueve a
estas gentes y a tantas que durante tantos años han soportado el dolor y el
cansancio para llegar a la Ermita? A la llegada encontraría la respuesta sin
saberlo, a 500 metros se sacó la pancarta “Peregrinos de Salvaleón” llevada por
dos personas que iban descalzas hasta llegar a la Ermita, cuando oí los
aplausos de los porrineros que esperaban a sus familiares y nos hacían un
pasillo aplaudiendo me emocioné y al ver
las lagrimas en sus ojos de niños y mayores al subir las escaleras para llegar
a la virgen y ver casi toda la gente subiendo las escaleras de rodillas y
llorando me derrumbé, y encontré la respuesta a mi pregunta, era la fe lo que movía
a todas esas personas a soportar el dolor y el cansancio, seguro que todos teníamos
algún familiar por el que pedir por enfermedad u otros problemas “espero que a
todos se nos cumplan los deseos”.
Gracias a Juan Moreno, Flores y
Tomás por su entrega y a mis compañeros de camino Emilin, José, Tomás Nogales, Julián,
Antonio, Juan Flores, Raúl, Manuel, Mateo, Mari Tere, Fernando y Manolo por su compañía
y su conversación y a todos los demás que hicisteis el camino.
Una cosa no me gustó, esa gente
que se empeña en correr y fuerzan a los demás a andar más deprisa, espero que
recapaciten y el próximo año se integren en el grupo; que para correr tienen
todo el año. ¡Volveré!
Manuel Espinosa
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