En
el año 812 se descubrieron las reliquias del Apóstol Santiago, a
partir de ahí se extiende por toda la cristiandad la peregrinación
a Santiago de Compostela, siendo un efecto llamada los milagros y
curaciones que se le atribuyen a los restos del Apóstol; en 1908 el
Papa Juan XXIII realiza el camino como un peregrino más, en agosto
de 2013 cincuenta y cinco peregrinos salen de Salvaleón y llegan a
Sarria (Lugo) una fresca mañana del 5 de agosto; ¿Cómo se
encontraron? el azar o fue el destino, el caso fue que cuando nos
subimos al autobús ya no éramos tan distintos, unos éramos
conocidos, familiares o amigos, pero durante la noche en la que
compartimos risas, el poco espacio, el aire, el sueño, el temor a lo
desconocido, nos fuimos uniendo y al final el cansancio nos envolvió
y nos fuimos quedando dormidos.
El
despertar fue suave y de un verde intenso, mis ojos protestaban
acostumbrados al amarillo fuego ¡Cuánta gente! Mi mente volaba,
galopaba, se tensaba, quería retenerlo todo, saborearlo, hacerlo
trocitos, coger el pincel y dibujar ese cuadro que de niño quise
hacer, acariciar esa guitarra que siempre quise tocar, volar con mi
caballo alado, correr hasta quedarme sin fuerzas, dormir, llorar,
sentir esa caricia y el beso tierno que me arrullaron de pequeño,
soñar.
Los
días iban pasando, de prisa, despacio, sin enterarnos, llenándonos,
mojándonos, uniéndonos, cantando y de pronto SANTIAGO, imponente,
mágico; al llegar al casco antiguo, con sus losas tantas veces
pisadas, sus iglesia, sus posadas, sus fuentes, de pronto lo vi
claro, por cada rincón, por cada esquina, por cada piedra que rozaba
mis manos, vi mendigos, caballeros, enamorados, risas, llantos,
venganzas y asesinatos, tiros y espadas en alto, duelos por alguna
afrenta y peregrinos andando y allí estaba esperándonos LA
CATEDRAL, inmensa, sublime, todos nos quedamos como embobados,
mirando sus herrajes, escaleras, estatuas incrustadas, sus adornos y
bolardos, queríamos inmortalizarlo, ¡cuántas fotos! Todos juntos o
por separado y llegó la hora que todos estábamos esperando, 19:30
h. LA MISA DEL PEREGRINO, entramos en la catedral por grupos o por
separado, si por fuera nos impactó, por dentro fue la armonía, los
frescos, las estatuas, la grandeza ¿cómo el ser humano puede hacer
algo tan hermoso?, mis ojos amenazaban con salirse de sus orbitas,
con recorrer palmo a palmo, metro a metro tanta historia, no se
cabía, habría sobre unas 3000 personas y de repente el deán de la
catedral anunció “nos acompañan 55 peregrinos de la ASOCIACIÓN
DE SENDERISMO EL ENCINAR DE SALVALEÓN” me estremecí, aquellas
palabras retumbaron, brincaron en la inmensa cúpula, se unieron, se
mezclaron y se incrustaron en cada piedra, en la pintura, en los
oídos de todos los que allí estábamos, en mi cabeza, en mis ojos,
en mis labios y sentí paz, calma y mis músculos se relajaron,
desapareció el cansancio y mecido por una voz tierna, suave,
armoniosa de una monja, la melodía más bella que jamás había
escuchado y de repente el BOTAFUMEIRO, cogió su vuelo, primero
lento, pausado, en silencio, repartiendo el incienso, perdonándonos
y dándonos otra oportunidad para ser mejores personas y con suaves
golpes, cabalgaba volando sobre nuestras cabezas hasta rozar el
techo, la gente lloraba, rezaba, temblaban, por haber cumplido su
promesa.
Aprovechando
la misa, me escapé, me adentré en el laberinto de capillas y de una
de ellas robé esta frase que creo que era de SAN CALIXTO: “La
peregrinación relacionaba y unía entre si a aquellas gentes que
siglo tras siglo convencidos por la predicación de los testigos de
Cristo abrazaban el evangelio” y abracé como es tradición la
estatua de plata del Santo, bajé a la cripta donde estaban sus
restos y tiré mi papel en el que escribí mis deseos, lo vi rodar y
caer al lado de la urna con sus restos, espero que al acabar todo y
cerrarse las puertas, en el silencio de la noche cuando todos los que
allí descansan despierten de su sueño eterno, el santo alargue su
mano y recoja y lea mi papel, y con ello se cumplan mis deseos.
Por
último mi agradecimiento a todos, pero especialmente con los que he
compartido más tiempo, Emilio, Gabriel, David y Carmen; a Mª Teresa
por su alegría haciéndonos el camino más ameno, a Pilar por su
ayuda en un momento de aprieto a Teresa Lorido por cuidar de
nosotros, a Pepe el chofer, por su amabilidad y ayuda, en hora buena
a Carmen Cuenda por su esfuerzo, a José García Rico y Dani, ejemplo
de armonía, a Carmen, mi vecina por sus pasos cortos pero firmes, a
los que cayeron enfermos, Juana, Kika, Emilia y María que acabaron
el camino, a los demás miembros de la Junta Directiva Diego, Antonio
y José por su trabajo.
Si
se da la oportunidad, volveremos y si no, BUEN CAMINO A TODOS
Manuel
Espinosa
Fotografía
de Conrado R. del Cosso